miércoles, 1 de septiembre de 2010

CAPÍTULO 10: LA CAÍDA.

Lana se despertó bruscamente.

Enseguida miró a su lado para comprobar que estaba sola. Así era. No había nadie más en la habitación. Respiró algo más tranquila y se volvió a echar en la cama. Se acurrucó y cogió el móvil para mirar qué hora era. El cielo aún estaba oscuro. Eran las cuatro y media de la madrugada. Soltó el móvil y cerró los ojos para volver a conciliar el sueño.

Le costaba mucho más dormir desde que Alehl se había separado de su lado, y de eso hacía ya varios meses. Cada vez que recordaba al chico, pensaba para sí misma “te quiero” y eso le hacía sentir mucho mejor. Aún así, estaba haciendo todo lo que estaba en su mano para pensar lo menos posible en él. Sin embargo, se sentía extrañamente sola. Tenía varios amigos con los que se divertía, lo pasaba muy bien, charlaba sobre asuntos de la Universidad en la que estudiaban, compartían impresiones y proyectos para el futuro, y hacían mil planes.

Era feliz. Pero algo faltaba en su vida. Y ese algo era Alehl.

Aquella tarde había quedado con sus compañeros y amigos para salir a dar un paseo por la ciudad y tomar algo en alguna terraza. El sofocante calor que el verano traía consigo resultaba asfixiante, pero en compañía de buenos amigos, siempre parecía mucho más soportable.

Lana suspiró, puso música en su portátil y se entretuvo leyendo su libro favorito. Lo habría leído ya más de diez veces, pero nunca se cansaba de revivir aquella historia, llena de emoción y momentos tan increíbles. Debía reconocer que aquel libro era un pequeña debilidad, pero era también su refugio, su vía de escape para olvidarse de la realidad y dejarse llevar por la infinidad de sueños que albergaba su alma.

Leyendo y escuchando aquella música que le resultaba tan relajante, el tiempo pasó volando. Cuando ya fueron aproximadamente las ocho de la mañana, Lana comenzó a vestirse para bajar a desayunar.

La mañana transcurrió con normalidad. Era sábado y no tenía clases. Así que dedicó el día a limpiar la casa con Elisa y a hacer apuntes de las asignaturas más difíciles. A las siete bajó un rato al salón para despejarse. Elisa estaba allí, descansando también mientras veía una película en la televisión.

- Hola –la saludó Lana.

- ¿Qué tal? ¿Cómo lo llevas?

- Fatal. Estoy agobiada y agotada. Ya por hoy no puedo más.

- Pero te vienes ahora después a dar una vuelta con los chicos, ¿no? –le preguntó Elisa.

- ¡Claro! Cuando pase un rato subiré a vestirme y a arreglarme para salir. ¿Sabes a dónde vamos a ir?

Elisa se encogió de hombros.

- La verdad es que no lo sé. Luis me dijo algo sobre un nuevo pub que han abierto cerca del paseo marítimo. Creo que iremos allí esta noche, a ver qué tal está.

- ¡Genial! –exclamó Lana, entusiasmada por salir de casa tras un duro día de estudio y limpieza-. Tengo ganas de salir, así me despejo un poco. Porque vaya día… ¿Tú qué tal vas con los apuntes? Yo voy retrasadísima. No creo que me de tiempo a terminarlo todo antes de los exámenes.

- Pues yo estoy igual que tú. Pero es que me ha llamado Luis y hemos estado hablando durante una hora y media –confesó Eli sonrojándose-. Y después de eso ya no tenía ganas de seguir estudiando. Así que me he venido aquí, con el aire acondicionado. Porque es imposible estar en mi habitación con el calor que hace.

- Dímelo a mí –respondió Lana-. He abierto la ventana, echando las persianas un poco para que tampoco entre demasiado sol, y he puesto el ventilador. Pero aún así hace un calor insoportable. Por eso he bajado ya. No aguantaba más tiempo en mi “sauna”.

Las dos chicas se rieron y charlaron durante un rato sobre las asignaturas de aquel cuatrimestre y algunos asuntos de clase. Después, cada una se fue a su habitación a vestirse.


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¿Dónde estaba?

Alehl se encontraba tumbado sobre la arena mojada de la orilla. Sentía las olas acariciándole los pies y las piernas en su vaivén incesante. Se levantó trabajosamente. Le dolía todo el cuerpo. Miró a su alrededor y vio una playa enorme, llena de pequeñas dunas y delimitada por un pinar que se extendía a lo largo de toda la línea de costa hasta donde se podía observar.

El chico se sentó sobre una pequeña duna y cerró los ojos, tratando de recordar. Poco a poco, sus pensamientos se fueron ordenando y Alehl lo comprendió todo.

Estaba con Lana cuando lo llamaron. Justamente antes de eso se habían besado, aunque Alehl no sabía explicar muy bien cómo lo había conseguido. Llevaba bastante tiempo intentando reunir la energía suficiente para poder ser corpóreo, aunque sólo fuera por unos segundos, y hasta aquel día no lo había conseguido. Quizás la situación había añadido un extra de energía al ambiente que Alehl había sido capaz de canalizar hacia sí mismo.

Después de aquel maravilloso momento, sus Superiores tiraron de él con tanta fuerza que no pudo quedarse con Lana ni un solo segundo más. Al llegar de nuevo a aquel mundo donde todo era etéreo y parecía sumamente irreal, no se sintió cómodo como otras tantas veces. Sabía que le quedaba poco tiempo allí pero, aún así, no conseguía ver en él el hogar que siempre había sido desde el inicio de los tiempos.

Su Superior le esperaba en su despacho, sentado tras aquel enorme escritorio. Sin embargo, no estaba solo, sino que otros dos hombres le acompañaban. En sus miradas se leía claramente la indiferencia cuando Alehl entró tras llamar a la puerta.

- Alehl –lo saludó su Superior con una sonrisa en la cara-. Ya estás aquí. Maravilloso. Casi tenemos que emplear medidas drásticas para traerte, pero me alegra ver que no ha sido necesario.

Alehl no dijo nada. Esperaba de pie, junto a la puerta. Al ver que no contestaba, su Superior prosiguió:

- Estos dos compañeros –dijo señalando a los otros dos hombres, que miraron a Alehl con un destello de desprecio- están aquí para llevarte al lugar donde dejarás de ser tú y te convertirás en un humano. Sólo me queda por decir que siento mucho todo esto y que espero que seas mucho más feliz ahí debajo de lo que lo eres ahora mismo, estando aquí.

Alehl asintió con la cabeza e inmediatamente se encaminó con los dos hombres desconocidos hacia un destino desconocido. Se metió instintivamente la mano en el bolsillo y acarició una pequeña botella de cuarzo que contenía su salvación ante el castigo impuesto.

Llegaron a una pradera se suaves lomas tapizadas por la hierba. Alehl miró a su alrededor, deleitándose con la paz que allí se respiraba.

- ¿Preparado? –inquirió uno de los dos hombres que le acompañaban.

- Sí –contestó Alehl-. Pero antes, desearía mirar atrás por última vez.

El otro hombre, algo indeciso, asintió. Alehl se dio la vuelta e imperceptiblemente sacó de su bolsillo la botellita con la poción.

Se la había dado un viejo amigo, dedicado sólo y exclusivamente a la química. Pero no era una química cualquiera, sino una química a nivel universal. Algo nunca visto entre los humanos. El gran deseo de aquel hombre era crear una poción que devolviera a cualquier humano a la vida, y aún trabajaba en ello sin descanso. Cuando Alehl fue a verle, le suplicó que dedicase un tiempo extra para poder crear la pócima que se encontraba ahora en la pequeña botella de cuarzo. Una poción para fijar los recuerdos al cuerpo de cualquier ser. Incluso de un Protector. Hábilmente lo consiguió tras largas jornadas de trabajo. El único inconveniente, quizás, era que Alehl debía tomar esa poción antes de caer al vacío, un lugar antigravedad, donde se flotaba en una nada desconcertante. Si llegaba a tocar el suelo terrestre antes de haber tomado el brebaje, Alehl perdería la memoria por completo. Así pues, el químico dejó este aspecto muy claro. Alehl lo entendió a la perfección.

Una vez estuvo de espaldas a sus dos acompañantes, el muchacho alzó las dos manos hacia su cara, fingiendo aflicción por dejar el que había sido su hogar desde siempre, y tomó la poción. Inmediatamente la botellita de cuarzo se desvaneció y Alehl sonrió al pensar que habría sido un truco más de su amigo, que tan grande favor le había hecho con algo tan pequeño.

Sin embargo, la sonrisa se esfumó inmediatamente de su cara. Sintió náuseas y tuvo que contenerse muchísimo para no dejarse llevar por ellas. Se dio la vuelta y sonrió con normalidad.

- Preparado –informó a los chicos que esperaban inquietos.

Y, sin más miramientos, fue lanzado al vacío, del que no recordaba nada.

Ahora estaba allí, en aquella playa. Desorientado. Abrió los ojos y echó un vistazo a su alrededor. Una sensación de familiaridad asaltó su mente. Se esforzó de nuevo por recordar y entonces se dio cuenta de que una vez había estado con Lana allí. Era la playa favorita de la chica.

Estaba atardeciendo y Alehl se preguntó qué debía hacer. Entonces decidió que lo primero que debía hacer era buscar un trabajo para poder tener dinero y satisfacer necesidades tan básicas como un alojamiento o para poder pagar su matrícula en la Universidad. Así estaría cerca de Lana.

Con estas ideas tomando forma en su mente, el chaval comenzó a caminar por la playa, hacia la ciudad donde vivía Lana durante el curso, que estaba a punto de comenzar.

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