viernes, 3 de septiembre de 2010

CAPÍTULO 11: IMPRESIONES

En el pub le pagaban bastante bien.

A pesar de haber sido abierto hacía poco, Alehl se había esforzado durante toda la semana haciendo turnos extras para que le pagasen lo máximo posible. Y el jefe del local estaba muy contento con su trabajo. Aquel chico tenía un encanto natural y son su sonrisa y amabilidad hacía que los clientes regresasen todos los días, casi siempre con nuevos acompañantes que descubrían al simpático camarero. Su jefe había sido algo escéptico cuando Alehl le prometió trabajar incansablemente para que sus clientes estuvieran orgullosos. Sin embargo, poco después había quedado sorprendido ante la facilidad con la que el chico estaba cumpliendo su promesa. Prometer siempre era fácil, cumplir lo que se prometía era lo realmente difícil, pero el chico lo estaba haciendo.

Hasta hacía poco, Alehl nunca había visto a Lana ni a ninguno de sus amigos pasar por aquel local. Pero, hacía un par de días, unos conocidos de la muchacha habían estado allí, charlando en la terraza y el chaval había congeniado muy bien con todos, sobre todo con las chicas. Tras este encuentro, el chico había decidido cortarse el pelo y ponerse lentillas verde esmeralda para que reconocerlo fuera más difícil. Por si acaso Lana pasaba por allí.

Era una noche especialmente movida. Estaban teniendo muchos clientes. Alehl tuvo que bajar al almacén para recoger algunas cajas de refrescos y por eso su compañero atendió a Lana, a Eli y a Luis. Natalia, una de las amigas de Luis, entró poco después para pedir un refresco y se encontró con ellos. Estuvieron charlando un rato junto a la barra hasta que fueron atendidos. Después salieron de nuevo a la terraza.

Y justamente entonces, cuando ya se cerraba la puerta, Alehl pasó por detrás de la barra, llevando consigo un par de cajas de botellas de refresco.

- Tío, hoy ha venido gente nueva –le dijo tu compañero entusiasmado.

- No me digas. ¿Y qué tal? –preguntó Alehl sonriente.

- Pues muy bien. Había una chica muy… No sé. Es difícil describirla. Apenas hablé con ella, pero su sonrisa era preciosa.

- Marcos, creo que te has enamorado.

- ¡Qué dices, chaval! –respondió el muchacho, divertido-. Si la vieras con tus propios ojos me darías la razón. Ven, mira por aquí. Es esa que está ahí, la de blanco y negro.

Alehl se asomó por el hueco que le indicaba Marcos y observó a la chica que éste le había indicado. Era Lana. Iba vestida con un pantalón negro, algo ajustado, y una camiseta blanca. Su pelo estaba suelto, permitiendo que la suave brisa lo acariciara. Estaba preciosa.

El chico se alejó del hueco, entristecido por aquella sensación de tenerla tan cerca y a la vez tan lejos. Sin embargo, sabía que aún no había llegado el momento de dejarse ver. Aún no. Echó un último vistazo a la chica. Estaba algo cambiada. Fue consciente entonces de que el tiempo en la Tierra había pasado más deprisa que allí arriba, aunque no sabía exactamente cuánto tiempo exactamente. Frunció el ceño y volvió de nuevo al trabajo.

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Lana estaba pasándolo genial. Charlaban sobre escritores del siglo veinte que les habían causado impresión. Entre estos debates literarios de vez en cuando se colaba algún comentario sobre alguna experiencia vivida por alguno de ellos. Las carcajadas se sucedían una tras otra en el grupo de amigos.

- Por cierto, ¿habéis visto al camarero? –preguntó Natalia a Eli y Lana.

- Sí, es un chaval normal –comentó Eli, encogiéndose de hombros.

- ¿Normal? Es de todo menos normal. Es guapísimo. Y esos ojazos verdes…

- Espera, espera –la interrumpió Lana-. El que nos ha atendido a nosotras era moreno y tenía los ojos marrones.

- ¿Ah, sí? Pues entonces no estamos hablando del mismo. Yo me refiero a un chaval alto, con el pelo corto y unos ojos verdes increíbles.

Las otras dos chicas comenzaron a reírse y dijeron que no lo habían visto pero que estarían atentas.

En aquel momento llegó un amigo de Fabián, otro chico del grupo. Tras saludarse efusivamente y comentar algo entre ellos, Fabián procedió a presentárselo al resto de su grupo de amigos.

- Mirad, chicos, éste es Jose. Está estudiando lo mismo que yo, es decir, Filosofía, y es un buen amigo.

El chico que acababa de ser presentado saludó primero con la mano y después comenzó a saludar a los allí presentes uno por uno, estrechando la mano de los chicos y dando dos besos a las chicas.

“Es un chico interesante”, fue lo primero que pudo pensar Lana. Era bastante más alto que ella. Su largo cabello negro y completamente liso, caía sobre sus hombros hasta llegar más allá de la mitad de la espalda. Sus ojos eran de un bonito color marrón miel y sus labios considerablemente carnosos. Vestía una camiseta de color gris oscuro y unos vaqueros holgados. Tenía un toque atractivo.

- Encantado –dijo sonriendo al saludar a Lana.

-Igualmente –respondió la chica, devolviéndole una sonrisa deslumbrante.

Las conversaciones continuaron su curso y los chicos siguieron riendo y comentando sus impresiones acerca de ciertos grupos de música o algunas obras de arte del Renacimiento.

Lana miró a Jose, distraídamente. Era algo misterioso, pero le provocaba una atracción inevitable. Quería saber más y más de él. Ahora estaba sentado junto a los chicos, que también querían saber más de él. Por otro lado, las chicas hablaban sobre su futuro, las carreras que cada una estaba haciendo y otros asuntos que en aquel momento no interesaban a Lana.

Jose sonrió y, al levantar la vista, clavó sus ojos almendrados en Lana. La muchacha entendió qué era lo que le gustaba tanto de él. Era su forma de mirar. Daba la sensación de que el chaval la traspasaba con su mirada. Resultaba algo confuso.

Lana bajó la mirada enseguida, algo azorada, y se unió a la conversación de sus amigas, que ya reclamaban su atención. Eli la miró, miró a Jose, que ya había vuelto a enfrascarse en una conversación filosófica en la que intentaba contradecir a Luis; y sonrió, comprendiendo lo que le ocurría a Lana.

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