viernes, 10 de septiembre de 2010

CAPÍTULO 15: TÚ...

Los días pasaban monótonos.

Hacía más de una semana que Lana no veía a Jose, pues acababa de comenzar el nuevo curso y estaba muy ocupada preparando todo el material y los apuntes necesarios. Apenas salía de casa, iba de la facultad a casa y de casa a la facultad. No hacía nada más.

Caminaba por los pasillos vacíos de la facultad. Había ido a buscar a un profesor tras una larguísima tarde de prácticas, pero no se encontraba en su despacho y ahora Lana bajaba las interminables escaleras para volver a casa.

Hacía frío cuando salió a la calle, así que cogió su abrigo y se lo puso. Acto seguido colocó adecuadamente un largo pañuelo rojo rodeando su cuello, para proteger la garganta del incesante y gélido viento.

Se encaminó por el enrevesado camino que llevaba desde la puerta de la universidad hasta el autobús. Mientras esperaba sentada en la parada se puso los auriculares de su mp3 y dejó que la música la inundara por completo, dejándose llevar. No era una música comercial ni relajante. Era una música violenta, desgarradora, brusca, dura. Pero a Lana en aquellos días le resultaba extremadamente relajante. Sin saber muy bien por qué, se identificaba con ella. Se sentía últimamente muy violenta y agresiva, aunque trataba de ocultarlo ante los demás, porque ellos no tenían la culpa de aquellos turbios sentimientos que anidaban en el corazón de Lana.

Ya era muy tarde y la noche había caído sobre la ciudad. Resultaba inquietante estar sola en aquella parada de autobús, en medio de la oscuridad, sola. Comenzó a pensar en algo que leyó una vez en un libro, algo sobre la muerte. Recordó la escena que se había forjado en su mente a raíz de aquellas palabras y se descubrió preguntándose a sí misma qué era la muerte. Se imaginó un enorme perro negro, que miraba a sus víctimas con inquietantes y mortíferos ojos oscuros como esa misma noche. También imaginó una sombra rápida y letal que se esforzaba para alcanzar a aquellos a los que había llegado el momento antes de que éstos advirtieran su presencia. Otra nueva imagen se estaba formando en su mente cuando apareció el autobús.

Lana subió, distraídamente y se sumió de nuevo en sus pensamientos, siempre acompañados por aquella música oscura y violenta.

Al llegar a la parada en la que tenía que bajar, Lana vislumbró una sombra que esperaba al autobús, o al menos eso parecía. Cuando Lana se deslizó hasta la acera pudo ver que el chaval que esperaba en la parada no había subido al autobús. Se encogió de hombros, apagó la música y se encaminó a casa.

Apenas había dado dos o tres pasos cuando una voz familiar resonó en sus oídos.

- Yo también me alegro de verte.

Lana hizo un gran esfuerzo para no darse la vuelta y se convenció a sí misma de que lo había imaginado. Pero el chico que estaba en la parada… Siguió andando por la calle, haciendo caso omiso de la idea que se estaba forjando en su mente. El corazón latía descontrolado. No podía ser posible.

Cuando menos lo esperaba, sintió que la cogían por el brazo para detenerla.

- ¡Eh! Déjame en…

Lana no pudo terminar la frase. Las palabras quedaron congeladas en sus labios cuando, al levantar la vista, vio al chico que la había tomado por el antebrazo. El cabello castaño algo más corto de lo que Lana podía recordar. Los ojos, antes verdeazulados, eran ahora totalmente verdes. Pero aquella forma de mirar y aquellos rasgos seguían siendo los mismos. Estaba algo más delgado y más alto de lo que Lana recordaba, pero no cabía duda.

El chaval estaba frente a ella. Mirándola emocionado. Esperando algún tipo de reacción por parte de ella. Había pasado muchísimo tiempo. Varios meses. Lana no lo habría reconocido a menos que lo hubiese visto como lo estaba viendo ahora, tan cerca.

De repente, la chica recordó que días antes, en la cafetería de la facultad le había parecido ver a un chico muy parecido a alguien que conocía. Inmediatamente había sacudido la cabeza y se había convencido a sí misma de que eran sólo imaginaciones suyas, malas pasadas que le jugaba su subconsciente. Pero ahora estaba allí. Existía de verdad. Y estaba observándola, esperando algo.

Lana no podía articular palabra. El corazón parecía a punto de salírsele del pecho. Se sentía algo mareada. ¿Por qué? ¿Por qué ahora? Él no existía. No existía. No.

- Tú… -es todo lo que pudo decir la chica, mientras transformaba su expresión sorprendida por una mueca del odio más absoluto.

1 comentario:

  1. Una aclaración: los personajes aquí descritos son total y plenamente fruto de mi imaginación. Puede que a veces parezca que se inspiran en personas que me rodean, pero no es así. Estaban todos dentro de esta cabecita loca que es la mía. Espero que esto aclare las dudas de los lectores.

    Aleda.

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